Un día cualquiera del año 2006, el expresidente Alfonso López Michelsen me invitó a su apartamento para que le ayudara a investigar por qué se había perdido el liderazgo costeño en la política nacional. El expresidente quería escribir sobre ese tema.
La semana siguiente nos volvimos a encontrar en su casa y le entregué en un escrito de una página, las razones por las cuales yo creía se había esfumado ese liderazgo. Cuando el expresidente López terminó de leer el documento me dijo que esa columna debía escribirla yo. La respuesta me sorprendió, pues, jamás había redactado siquiera un poema. Después de meditar la propuesta por varios días, asumí el reto y mi primera columna de opinión fue publicada en el periódico El Tiempo.
Al año siguiente (2007), Ernesto McCausland me invitó a escribir en El Heraldo una columna semanal. Como la mayoría de los temas tocaban el interés de los lectores locales, varios periódicos regionales, entre ellos, EL INFORMADOR de Santa Marta, El Pilón de Valledupar, El Meridiano de Montería, La Nación de Neiva y el Nuevo Día de Ibagué, se interesaron por mis escritos.
Posteriormente, Fidel Cano me abrió un espacio los lunes en El Espectador y con la llegada de la era digital se sumaron varios portales de noticias y opinión. Gracias a los directores de estos 11 medios de comunicación pude compartir semanalmente -durante estos 15 años-, mis reflexiones sobre temas de economía y política nacional y la vez ejercer la defensa de los intereses de los productores del campo de nuestro país.
Hoy, por invitación de varios gremios de la producción agropecuaria, empresarios del campo, cooperativas de pequeños agricultores, industriales del agro, y del expresidente Álvaro Uribe Vélez, he decidido asumir otro reto. El de defender los intereses de los productores del campo y de toda la población rural, ya no desde esta columna de opinión sino con la credencial de senador de la República, para poder liderar desde la Comisión Quinta del Congreso de la República (si los votantes me lo permiten), un revolcón a las normas e instituciones públicas que impiden el crecimiento, productividad, competitividad y rentabilidad de los empresarios del campo.
Ojalá más empresarios y profesionales del sector privado hicieran lo mismo desde otros sectores de la economía.
La coyuntura política y social del país requiere de mejores capacidades, experiencia y liderazgos, al servicio de las instituciones públicas. En mi caso particular trabajaré las 24 horas para ayudar a que el sector agropecuario rompa las barreras de los 6.8 millones de hectáreas agrícolas, los 26 millones de cabezas del hato ganadero y las 456.000 hectáreas forestales comerciales que tenemos inamovibles desde hace años atrás, para que las importaciones no sigan arrebatándole a nuestros productores y empresarios del campo, la posibilidad de generar esos empleos, ingresos y riqueza, acá.
De la misma manera, liderar un revolcón a esa burocracia pública ineficiente a ver si podemos llevar el crédito al campo, proveer semillas de alto rendimiento a los campesinos, prestar un servicio gratuito de emprendimiento rural, arreglar las vías veredales y bajar las tarifas de los combustibles, energías y agroinsumos, utilizados para la producción de alimentos y materias primas.