Esta semana las Comisiones Económicas Conjuntas del Congreso aprobaron el Presupuesto General de la Nación para el año 2020, por un monto de $221.7 billones de los cuales a la cartera del agro le correspondieron $1.8 billones, lo que representa una disminución del -21.6% respecto al de este año.
Según explicaciones del viceministro general de Hacienda, Juan Alberto Londoño, este recorte obedece a los traslados de los recursos del programa de Vivienda de Interés Social Rural al ministerio de Vivienda y de la Agencia de Renovación del Territorio, que ahora pasa a la Presidencia de la República, con el fin darles un uso más eficiente a esos dineros. Además, se suprimieron los recursos del subsidio cafetero, por la creación del Fondo de Estabilización de Precios del Café.
Pienso que el debate del presupuesto del ministerio de Agricultura, no debe darse sobre el monto de los recursos, sino, sobre su redistribución, uso eficiente e impacto de los mismos en la productividad y rentabilidad de los productores del campo. Como lo ha dicho el propio presidente Duque, “No es gastar más ni menos, es gastar bien, para optimizar los recursos públicos”.
Con un presupuesto de 1.8 billones de pesos bien administrados, se pueden adoptar las mejores variedades de semillas del mundo para obtener mejores rendimientos en 4 millones de hectáreas de cultivos semestrales y pasturas; implementar un programa de buenas prácticas agrícolas y ganaderas para pequeños productores de los 690 municipios rurales del país; ampliar las coberturas de los programas de seguro climático y de cobertura de precios para el 100% de los comodities agrícolas; financiar con bajas tasas de interés y largos plazos un programa de 100.000 hectáreas de riego anuales y otro de mecanización de cultivos, y sobra plata.
En estos temas es que están invirtiendo sus presupuestos los países desarrollados del mundo. Así lo puede comprobar esta semana en una competencia de emprendedores de nuevas tecnologías para el agro, celebrado en Thessaloniki Grecia. Países como China, Japón, Estados Unidos, Canadá, Holanda, Israel, Rusia, Australia, entre otros, destinan la mayoría de sus presupuestos del agro en nuevos centros de investigación, programas educativos en ciencias relacionadas con los alimentos, desarrollos tecnológicos, fabricación de productos alimenticios de alta competitividad y grandes embalses y canales de riego.
En Colombia, sucede todo lo contrario. El 78.6% del presupuesto del ministerio de Agricultura de este año está destinado a funcionamiento ($112.000 millones) y programas de subsidios, incentivos y ayudas ($720.000 millones). Los ministros de Agriculturas de turno no pueden seguir haciendo el papel de cajeros automáticos ambulantes, repartiendo subsidios de manera arbitraria e injusta. No tiene en cuenta, por ejemplo, la buena gestión de unos frente a la mala gestión de los otros; igualan a todos por abajo. A buena hora, el ministerio de Hacienda, le ha puesto orden a este despilfarro de recursos públicos.
Si el gobierno Nacional quiere avanzar rápidamente en el crecimiento de la producción de alimentos de manera competitiva, es procedente que comience por revisar cada uno de los rubros de inversión del ministerio de Agricultura y sus entidades adscritas. Como decía Adam Smith “El único presupuesto bueno es el presupuesto equilibrado.