odas las tendencias electorales indican que el próximo 17 de junio, aproximadamente 10.4 millones de colombianos saldremos masivamente a ratificar el voto de confianza que hemos depositado en la propuesta de gobierno del candidato presidencial Iván Duque.
El pasado domingo derrotamos al continuismo, ahora el compromiso es derrotar la amenaza que representa para nuestra economía e institucionalidad el populismo. El modelo socialista que el candidato Gustavo Petro, quiere importar de Venezuela para implantarlo en Colombia, es un tema muy delicado. Con ese discurso populista de gravar con más impuestos a los que trabajan para subsidiar a los que no trabajan y expropiarles las tierras y empresas a los que producen para entregárselas a los que no producen, alcanzó a cautivar a 4.851.254 ingenuos en la primera vuelta. Qué ideas tan disparatadas e incoherentes las de Petro. Habla de generar empleos y al mismo tiempo pretende acabar con quienes generan empleos.
Duque, al contrario, propone simplificar el sistema tributario, ajustar la regla fiscal con enfoque contracíclico, reducir el impuesto de renta, ampliar la base tributaria y otorgar algunos incentivos para fomentar la inversión en las grandes, medianas y pequeñas empresas del país, para mejorar el entorno de los negocios y reactivar la economía del país, principalmente con los sectores de la industria, hotelería, exportador y agropecuario.
Otro tema que tiene a los colombianos entusiasmado a votar por Duque, es su decisión de acabar de raíz con esa perversa práctica politiquera de estar entregándoles a los congresistas las tesorerías de las entidades públicas a cambio de apoyo en el Congreso. Una muestra contundente de que Duque está hablando en serio, es el hecho de haber aceptado las adhesiones de los partidos Liberal, Conservador y Cambio Radicar, por asuntos programáticos y no por repartición de burocracia, como sí ocurrió con algunos miembros de los partidos políticos del Polo Democrático y el Partido Verde, con Gustavo Petro. Hasta intentaron revivir un Frente Nacional, para repartirse la marrana como lo hizo Chávez con Maduro y Diosdado Cabello en Venezuela. ¡Qué miedo!
Los colombianos también han visto con buenos ojos, la intención decidida de Duque, de acabar con el derroche del gasto público y la contratación pública a dedo. Es increíble, por ejemplo, que, en el Ministerio de Agricultura, se gasten en funcionamiento más de $ 500 mil millones anuales para administrar unos programas de inversión que no han podido sacar al sector agropecuario de la ineficiencia productiva en que se encuentra.
Ojalá su primer Decreto el 7 de agosto sea para eliminar unas 6 mil corbatas que hay por ahí regadas en el Sena, Banco Agrario, ICBF, ICA y la Alta Consejería para la paz, entre otras. Y de paso, acabar con los millonarios contratos en pautas publicitarias, tiquetes aéreos, vehículos blindados y escoltas asignados a cientos de funcionarios y exfuncionarios públicos que no los requieren. ¿Para qué firmamos entonces un proceso de paz?
Indiscutiblemente, Duque tiene (de lejos) las mejores propuestas de gobierno para sacar a este país adelante. Ahora nos corresponde a nosotros ayudarlo a que esas propuestas las haga realidad.